Artículo de Kap – @kapdigitalgargots.net

Kap (Jaume Capdevila, Berga, 1974) es un dibujante de humor y además, un especialista en la prensa satírica de los siglos XIX y XX. Autor y coautor de numerosas obras sobre la historia de la historieta, la caricatura, y la prensa satírica.

Kap conoció a Gila, y con motivo del centenario de su nacimiento nos regala este mágnifico artículo sobre la obra gráfica del Maestro del Humor, Miguel Gila.

¡Gracias Kap!

 

Los bonitos dibujos feos de Gila

Gila con sus dibujos pretendía sanar mediante la ironía, el sarcasmo y el humor a una sociedad herida por la guerra y sometida por el franquismo.

El estilo de Gila no es fruto de la falta de talento para el dibujo, sino de una opción personal, meditada y consciente.

Si algo tienen los dibujos de Gila, más allá de su desopilante humor, es que resultan inmediatamente reconocibles. Los personajes grotescos, cabezones y estáticos que protagonizan las surrealistas viñetas, afrontan con estoica entereza los embates de una realidad brutalmente cruel, lo que desemboca en situaciones de una hilarante comicidad.

Seguramente la mayoría coincide en que Gila es un genial humorista, pero en cambio, no tan buen dibujante. Y es que comparado con la rica elasticidad del trazo de Mingote, con la versatilidad detallista y colorista de los dibujos de Gin, con la vibrante garra expresiva de las composiciones de Chumy o la exquisita sensibilidad estética de los dibujos de Cesc, el trazo de Gila se percibe tosco, rígido y monótono. Pero el estilo de Gila no es fruto de la falta de talento para el dibujo, sino de una opción personal, meditada y consciente. Como el paleto con boina o el ingenuo soldado que tantas veces representó en el escenario no eran el verdadero Gila sino un personaje que usaba para resaltar la comicidad de las situaciones absurdas en las que se veían envueltos, en el dibujo usó una técnica similar. El dibujo simple, tosco y feísta, resaltaba aún más la brutalidad de muchas de las escenas dibujadas.

La prueba está en que los primeros dibujos de Gila, publicados a partir de 1944 en revistas como Cucú, Maravillas o Flechas y Pelayos, son completamente distintos a los que conocemos y reconocemos como suyos. En 1944 Gila tiene 26 años. Pero la guerra, la cárcel y un servicio militar de cuatro años, le han robado casi una década de su vida. Instalado en Zamora, ve como sus primeros dibujos son publicados en revistas de tirada nacional. Su humor aún es inocente y sin demasiada intención, siguiendo el canon establecido en revistas como Buen Humor o Gutiérrez, antes de la guerra.

Su estilo de dibujo, muy contemporáneo, recoge las influencias de los cartoons americanos que hasta el estallido de la guerra se habían proyectado con normalidad en los cines españoles. En los primeros dibujos de Gila, por ejemplo, es fácil entrever similitudes con el grafismo de Garbancito de la Mancha, estrenada en 1945 por Arturo Moreno, pues beben del mismo sustrato. Los dibujantes de prensa del momento, se sitúan en un punto medio entre la estilización geométrica de Mihura, Tono y K-Hito, y el trazo suelto y espontáneo de Galindo, o Herreros. Así, los primeros dibujos de Gila en ese contexto no son muy distintos de los de sus compañeros coetáneos (Soravilla, Estebita, Ardel, Moro o Gabi –creador del personaje Sherlock López y su fiel ayudante Watso de Leche).

Pero muy pronto, Gila redefine por completo su estilo –y trueca también la firma con su apellido por el seudónimo ‘XIII–, y en 1946 ya le encontramos en dibujando en La Codorniz con un estilo completamente distinto, de personajes cabezudos, hieráticos y con grandes narizotas. Su principal referente pasa a ser Herreros, del que adopta la surrealista idea de incorporar algún personajes más bajito dando un toque aún más surrealista a sus composiciones. También descubre en las páginas de La Codorniz, el feísmo deliberado de los viñetistas italianos de Bertoldo: Mosca, Manzoni o Mondaini. Pero Gila aporta ya su toque personal y sus personajes se van concretando en un estilo propio y realmente innovador que le acompañará a lo largo de su vida.

Sus viñetas resultan novedosas e inspiran el grafismo de autores como 3 Ozores 3, los tres hermanos Ozores: Antonio, José Luís y Mariano, que también dibujaron en La Codorniz. A la vez, Gila ha descubierto también un mecanismo propio para fabricar sus chistes: ese choque brutal entre la crueldad y la inocencia. Esa comicidad que explota al proponer la mayor barbaridad de la forma más infantil posible. El estilo tan absolutamente antinatural logra distanciar al espectador lo suficiente de la realidad como para lograr hacerle reír ante la mayor de las atrocidades, como aquel dibujo de un personaje que afirma: “Yo no puedo ver sufrir a los pobres, por eso los mato”. De ese modo, el dibujo, trazado de forma aparentemente naif e inocente, refuerza la brutalidad de la carga humorística.

A partir de ése momento, Gila evoluciona gráficamente, como todos los dibujantes. Pero los rasgos más característicos de su estilo ya están ahí, y el Gila más depurado que durante los años setenta publica en Hermano Lobo, no es tan distinto del que encontramos en Selecciones de Humor del DDT, a finales de los cincuenta, o los que firmará en El Periódico de Catalunya en los noventa. Cambian algo los detalles: que si las narices algo más grandes, que si los ojos un poco más juntos. Pero lo esencial de Gila le acompañará siempre.

Como conclusión, pues, recordar que Gila sí sabía dibujar. Pero que adaptó su dibujo a las necesidades expresivas de su humor. Sus personajes, deliberadamente grotescos, crean una inmediata empatía con el lector, y las escenas insólitas y locas, se tiñen de naturalidad, gracias a ese dibujo absolutamente antinatural. Seguramente con un dibujo más realista, algunos de sus chistes habrían resultado dolorosos o hirientes. Y lo último que pretende Gila con sus viñetas es herir, sino sanar. Sanar mediante la ironía, el sarcasmo y el humor a una sociedad herida por la guerra y sometida por el franquismo. Sanar una sociedad triste, gris y atenazada por el odio, el miedo y la censura.